Aproximación a un estudio sobre los alemanes en Barranquilla entre 1930 y 1950
Julian andres lazaro
(Ponencia presentada en el Segundo Foro de Estudiantes, Egresados y Profesores de Historia de la Universidad del Atlántico el 28 de septiembre de 2007)
Las siguientes páginas tienen como objetivo presentar en líneas generales el argumento de una investigación que busca comprender la dinámica de uno de los grupos sociales más influyentes en la historia de la ciudad en un periodo de tiempo que incluye uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX y cuyas consecuencias se hicieron sentir en distintos puntos del globo.
La Segunda Guerra Mundial marcó un punto de ruptura en lo que había sido la vida de los alemanes que vivían para la época en el Caribe colombiano o que por cuestiones de negocios frecuentaban sus ciudades y poblaciones. Y el trabajo aquí esbozado se ocupa de aquellos que para la época residían en la ciudad de Barranquilla o llegaban hasta ella periódicamente por diferentes razones. La vida de familias como la de Albert Balluf, Walter Ehlers o Herbert Mantel, por citar a algunos pocos nombres de foráneos que tuvieron que retornar a Alemania durante los años de la guerra por disposiciones del gobierno colombiano, o el caso del señor Hans Lahrius, que tuvo que internarse en el Hotel Sabaneta de Fusagasugá donde debió permanecer junto con ciudadanos de los países que se hallaban en guerra con los Estados Unidos, ilustran mejor que nada la forma como el conflicto afectó la cotidianidad de la ciudad de Barranquilla con algunas repercusiones para su sociedad, su cultura y su economía, debido a la fuerte influencia de los alemanes en la ciudad.
Pero antes de entrar a señalar algunas conclusiones de un proceso investigativo que apenas inicia es importante dar cuenta en forma muy breve de la forma como la colonia alemana llegó a consolidarse en esta ciudad a través de su historia, a fin de que podamos tener una idea menos difusa de quienes fueron y que significaron para Barranquilla, en particular, y para Colombia, en general.
Gran parte del dinamismo económico que llegó a tener Barranquilla a finales del siglo XIX, que la llevó a convertirse en el principal puerto para las exportaciones, se explica con la inauguración del ferrocarril Barranquilla-Sabanilla en 1871 que solucionó, al menos temporalmente, el problema de buscar un lugar en la costa colombiana cercano a la ciudad
que presentara condiciones adecuadas de calado para la navegación de buques grandes. El mencionado ferrocarril unió Barranquilla con la población de Sabanilla y fue construido por la firma de dos comerciantes de Bremen, apellidados el uno Hoenisgberg y el otro Wessels, radicados en ese entonces en la ciudad. Barranquilla se pudo abrir entonces al gran comercio mundial.
Otro de los factores que impulsaron ese desarrollo se dio como consecuencia de lo anterior, ya que las fuertes conexiones que estableció la ciudad con el resto del mundo (lógicos si tenemos en cuenta que se llegó a ubicar como el principal puerto fluvial y marítimo), crearon un flujo importante de extranjeros que arribaron a la costa atlántica colombiana principalmente entre 1871 y 1929.[1]
El papel vital que los inmigrantes ejercían en la vida económica de Barranquilla a finales del siglo XIX se hace evidente en el hecho que señalan Miguel Rodríguez Becerra y Jorge Restrepo Restrepo: “…entre las 211 compañías y personas que tuvieron que pagar impuestos provinciales en 1878, había 72 extranjeras, que contribuyeron con el 50% de los recaudos totales”[2].
La solidez económica alcanza muy pronto por los alemanes en Barranquilla era descrita en los informes elaborados por el cónsul inglés en esta ciudad para su gobierno quien muestra en sus palabras cierta inconformidad ante las formas de negociación que, según él, utilizaban los alemanes para asegurarse el predominio sobre las actividades comerciales no solo a nivel local y regional sino también nacional al señalar el alcance de estos en el interior del país:
La mayoría de los comerciantes de Barranquilla son de nacionalidad alemana, como se mencionó en mi informe de 1896. Ellos prácticamente dirigen el comercio aquí, ya que no solo extienden sus operaciones a las poblaciones de la zona, sino que son a la vez agentes para las casas comerciales del interior. Son los principales en las exportaciones de algodón y tabaco, y otros productos nativos, en la medida en que sus métodos de trabajo con los productores excluye la posibilidad de que estos luego actúen de forma independiente. Otorgarles avances a través del año es el sistema utilizado, e inevitablemente, y por medio de un buen manejo, logran restringir su capacidad de actuar[3]
Como se puede ver, es bastante diciente el informe del cónsul. De hecho muchos de los alemanes que arribaron a Barranquilla entre finales del siglo XIX y principios del XX optaron por radicarse de manera definitiva en la ciudad haciéndose presentes en los distintos espacios sociales y culturales, como el Club Barranquilla o el Colegio Alemán, fundado este último en 1912. Georg Strauss, Wilhelm Gerdts, Maurice Siefken y Adolfo Held son ejemplos de alemanes que decidieron quedarse y tener su familia en Barranquilla durante este periodo.
Una segunda e importante ola de migración alemana hacia distintos lugares del mundo siguió a la finalización de la Primera Guerra Mundial. Las durísimas condiciones impuestas a Alemania por parte de los países vencedores del conflicto por medio del Tratado de Versalles llevaron a agravar las ya críticas condiciones de una nación que había tenido que hacer un importante esfuerzo de guerra. Las posibilidades laborales eran escasas y la inflación alcanzaba niveles extremos. Los precios subían diariamente de manera incontenible por lo que los pagos a obreros debían hacerse dos veces al día: el primero de ellos se hacía hacia el mediodía y se otorgaba a los trabajadores el tiempo necesario para
comprar alimentos y otros artículos básicos ya que era muy probable que la siguiente paga, la de la tarde, no alcanzara para cubrir, por lo menos, estas necesidades básicas.[4]
El panorama poco alentador que presentaba la Alemania de la posguerra llevó a muchos a buscar nuevos horizontes. Y algunos los encontraron en Barranquilla. La iniciativa de algunos hombres de empresa colombianos y alemanes que se hallaban radicados en la ciudad desembocó en la fundación, en 1919, de la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos (SCADTA), que trajo de Alemania a varios pilotos y técnicos veteranos de la Primera Guerra Mundial.
Pero la migración no fue solo a través de la Scadta; muchos ciudadanos alemanes llegaron a Barranquilla para vincularse con las distintas casas comerciales que operaban en la ciudad, y con las otras empresas que se habían establecido desde finales del siglo anterior, como las navieras que operaban en el río Magdalena.
La década de 1920 transcurre para los alemanes y sus empresas en Barranquilla como un periodo de recuperación en unos casos y consolidación en otros. La firma comercial de Adolfo Held, por ejemplo, que tenía su casa matriz en Bremen, luego de superar los problemas que le trajo la crisis de Alemania desde donde traía y hacia donde llevaba sus artículos, abrió sucursal de manera definitiva en Barranquilla en el año de 1921 y luego en otras ciudades del país: Cali en 1923, Pereira en 1924, Buenaventura en 1927 y Girardot en 1929.[5] La consolidación de los proyectos de los alemanes en la ciudad se extendió también al campo de la educación y la cultura ya que en el año de 1929 a través de donaciones de la colonia alemana, los socios del Club Alemán y de la Scadta, se consiguió el dinero para iniciar la construcción de instalaciones propias para el Colegio Alemán que había venido funcionando en una casa alquilada.[6]
Se puede apreciar entonces una colonia alemana consolidada en esta ciudad y que procuró estrechar lazos culturales, sociales y económicos que le aseguraban una fuerte influencia tanto a nivel local como nacional, siendo testimonio de esto último el reconocimiento que tenían alemanes como Adolfo Held, amigo personal de eminentes políticos colombianos, o los fundadores y pilotos de la Scadta quienes, como veremos más adelante, prestaron un gran servicio al país en momentos de crisis internacional.
Hasta aquí un breve comentario de lo que había sido la actividad alemana antes del periodo de que se ocupa este trabajo. En este punto se da inicio, a lo largo de varias paginas más, a la exposición de algunas conclusiones a las que se ha podido llegar a partir de la revisión de fuentes primarias y secundarias para tratar de comprender, en términos generales y sin profundizar en casos particulares pero sin omitir algunos ejemplos, lo que sucedió con la colonia de alemanes que residían en la ciudad, así como aquellos que la frecuentaban por razones de la más diversa índole, para el momento en que inició la Segunda Guerra Mundial. Pero no se trata solamente de hablar de los alemanes como individuos aislados de la realidad que vivía su país natal antes del conflicto. Cualquier análisis que pretenda ver la presencia alemana en Barranquilla y en Colombia como un hecho ajeno a las políticas externas del Tercer Reich sería incompleto. Por esto se hace necesario pasar de la simple mención de algunos nombres de notables alemanes y sus actividades, a la comprensión de un fenómeno más complejo que tiene que ver con el interés de una nación europea en un país suramericano en el cual aspiraban mantener su influencia.
Los inicios de la década de 1930 no eran nada serenos para una ciudad estrechamente vinculada con el mundo como Barranquilla. La crisis iniciada a finales de 1929 se había convertido en una sería amenaza para el normal desarrollo de la economía de la ciudad ya que sus múltiples conexiones con el extranjero la hacían especialmente susceptible a ese tipo de fenómenos. La actividad de los alemanes residentes en Barranquilla se vio afectada, como es natural, por esta coyuntura mundial. El testamento del señor Dietrich Lindemeyer, ciudadano alemán radicado en la ciudad y propietario de una empresa de vapores que operaban en el bajo Magdalena, quedó como un testimonio de la preocupación que embargaba a muchos empresario de la época. Lindemeyer se muestra inquieto por el futuro de su compañía naviera ante las dificultades del momento y sugiere a sus hijos continuar con otros negocios distintos al comercio con el exterior.[7] Varias sociedades comerciales de ciudadanos alemanes se creaban en la ciudad para disolverse poco tiempo después, como la Barthel & Haertel, que aspiraba a convertirse en una casa comercial que ofreciera productos importados, y que sólo duró cinco meses (noviembre de 1933 hasta abril de 1934) como consecuencia de los rezagos de la crisis que aun se sentían.
Pero no todos los alemanes percibían un oscuro panorama en sus negocios. Firmas comerciales como la de Adolfo Held, que como ya se mencionó, tenía su casa matriz en Bremen, prosperaron durante la década de los 30, consolidándose esta última no sólo en Barranquilla sino en otras ciudades del país, al tiempo que su vertiente ganadera, la hacienda Jesús del Río en Zambrano, Bolívar, se convirtió para 1936 en una de las más extensas y prosperas de la costa “con 20.706 hectáreas y unas 10.000 cabezas de ganado de engorde y mil ejemplares de cebú y otras razas.”.[8] El cronista Alfredo de la Espriella al referirse a la actividad de alemanes en Barranquilla hace mención a “la agencia de radios Telefunken; los estudios fotográficos H. Neumann; la casa de comercio de don Jorge Strauss, firma que representaba instrumentos musicales, discos y fonógrafos, ofreciendo frecuentemente conciertos promociónales con artistas de categoría…”.[9] También presentaba una importante actividad en la ciudad el Banco Alemán Antioqueño, de lo cual existen numerosos registros en los protocolos notariales que reposan en el Archivo Histórico del Atlántico, y que contaba con sedes en varias ciudades del país.
Varios reconocidos ciudadanos alemanes como Ferdinand Wiese, Adolf Held, Carl Starck y Heinrich Lindemeyer entre otros, algunos de ellos residentes en Alemania y visitantes ocasionales de la ciudad, se hallaban asociados para esta época en lo que se denominaba Compañía de Industrias Nacionales, empresa que se ocupaba en gran medida de la compra y venta de finca raíz. Por su parte la Hamburg-American Line también prosperaba ofreciendo a través de su embarcaciones el servicio de transporte de pasajeros y mercancías hacía otros lugares del Caribe y conectando las ciudades americanas con varios puertos europeos.
Por todo lo ya mencionado es fácilmente deducible la vitalidad que le inyectaba la actividad de los alemanes a la vida económica de la ciudad. Y es que las relaciones comerciales entre Colombia y Alemania se habían convertido en una preocupación para ambos países. Tratando de acercarnos a un contexto más general, de acuerdo a lo mencionado anteriormente, los casos ya citados forman parte de un panorama mucho más amplio que abarcaba profundos nexos entre el país el norte de Europa y América Latina. Prueba de esto es el hecho de que entre 1934 y 1935 se llevó a cabo una visita de la Misión de Comercio Alemana para Suramérica, cuyo informe final señala los productos que ofrecía América, entre los cuales sobresale el tabaco de Colombia. Nuestro país aparecía como una gran compradora de productos alemanes y esto se podía apreciar, en el ámbito local, el que nos interesa en este trabajo, en la prosperidad de los negocios germanos en Barranquilla, avalados e impulsados por el gobierno nacionalsocialista del Tercer Reich.
Acompañados de la prosperidad económica se pueden apreciar en esta época los fuertes lazos sociales que décadas de contacto entre alemanes, barranquilleros e inmigrantes de diferentes nacionalidades se habían venido tejiendo. Las fuentes consultadas dan cuenta de una alta integración no solo a través del comercio sino también en espacios como uniones matrimoniales, clubes sociales o fiestas de carnaval. Por ejemplo, el Club Alemán, que había sido fundado en 1904, fue escenario de numerosas fiestas en las que se congregaban tanto ciudadanos alemanes, como colombianos y de otras nacionalidades; y en los desfiles de carnaval era frecuente ver una representación de la colonia alemana participando con sus disfraces en las distintas actividades. Pero los alemanes no solo se adaptaron y adquirieron algunos rasgos de la cultura y la sociedad locales, sino que también se preocuparon por difundir los suyos a través de diferentes eventos como fiestas y recitales, y medios de comunicación, como la radio y la prensa. Al igual que en lo relacionado con el comercio y la economía, las actividades culturales y sociales de los alemanes en Barranquilla, en Colombia y en América Latina en general, recibieron un fuerte impulso del gobierno nazi que dispuso de una serie de mecanismos que se encargaban de una labor de difusión muy amplia. Con esto no se trata de decir, o por lo menos no existen pruebas para hacerlo, que Alemania mantuviera una “Quinta Columna” en Colombia pero es innegable que en la política internacional del Tercer Reich tenía cierta importancia un país cercano al Canal de Panamá y con una presencia alemana altamente influyente. Vale la pena mencionar para corroborar esto último que en la guerra contra el Perú, entre 1932 y 1934, fue decisiva la participación de aviadores alemanes que habían estado al servicio de la Scadta y que ayudaron consolidar la aviación militar en Colombia, encabezados por el coronel Herbert Boy.
El caso es que las redes culturales tendidas entre Alemania y Colombia para el periodo de la preguerra en Barranquilla eran muy fuertes, sobre todo si tenemos en cuenta que a través de emisoras como La Voz de la Patria se habían venido trasmitiendo algunos programas provenientes de Alemania;[10] también es importante destacar el hecho de que el periódico local La Prensa recibía permanentemente noticias de la agencia alemana Transocean cuya financiación corría por cuenta del Ministerio de Propaganda del Reich y que tenía como propósito principal dar una versión distinta de los sucesos que se venían desarrollando en Alemania, ya que preocupaban al ministro de propaganda nazi, Joseph Göebbels, las noticias que otras agencias como la United Press difundían. De igual forma El Diario del Comercio publicaba artículos de las Transocean cuyos encabezados eran, por citar algunos ejemplos:
“Planteamientos alemanes sobre el desarme”, del 13 de septiembre de 1932.
“La voluntad de paz del canciller del Reich Adolf Hitler”, 10 de junio de 1933.
Los hechos posteriores dirían cuales eran los planteamientos y la voluntad de paz de Hitler.
No se puede dejar de mencionar dentro de este cuadro de difusión de la cultura germana al Colegio Alemán, que había venido funcionando desde 1912 en Barranquilla y que para finales de la década del treinta llegó a contar con 250 alumnos, entre alemanes y colombianos, y una planta de profesores mixta, pero con predominio de alemanes que eran difusores de su cultura a través de las clases del idioma alemán, así como en otras actividades del colegio donde se cantaba el himno de Alemania. Vinculados con la Junta Directiva del Colegio Alemán en este periodo encontramos al señor Wilhelm Schnurbusch, ingeniero aeronáutico y director técnico de la Scadta; Albert Tietjen, comerciante de finca raíz en la ciudad[11] y también vinculado con la Scadta desde sus inicios; Walter Ritzel, socio de la Empresa Hanseática Wiese & Starck que posteriormente aparecería en la Lista Negra norteamericana[12] y miembro de la Junta Directiva de la Compañía de Industrias Nacionales;[13] Peter Paul Von Bauer, uno de los principales accionistas de la Scadta y quien se encargó, en últimas, de cerrar el negocio de la venta de ésta a la Pan American AirWays; y Wilhelm Biermann, quien aparece vinculado con el partido nazi de Barranquilla[14] y debió salir del país el 3 de junio de 1942 junto con su familia por disposición del gobierno nacional.
Otro punto desde donde emanaba la cultura germana era el Club Alemán, donde, según Silvia Galviz y Alberto Donadio, autores del libro Colombia Nazi, se celebraban desde mediados de los años treinta reuniones de simpatizantes del partido nacionalsocialista que, encabezados por Emil Prüefert, desplegaban símbolos de su organización.[15] En relación con esto Adolfo Meisel Roca afirma que:
“Parece que Emil Prufert combinaba su actividad comercial como socio de la casa Helda con labores de espionaje a favor del gobierno nazi de Alemania. Prufert estableció en Barranquilla la sede del partido nazi en Colombia y ejerció su jefatura desde antes de 1936 hasta 1942, año en que fue expulsado por el gobierno colombiano y regresó a Alemania. Prufert desempeñó, además, la dirección militar de los nazis en Colombia, junto con Karl Regnier y Gottfried Schmidt.”[16]
Vale la pena señalar que Emil Prufert también aparece vinculado como vocal de la Junta Directiva del Colegio Alemán en 1934, 1935, 1936, 1937, 1941-42.[17]
Encontramos entonces un grupo de alemanes reconocidos en la ciudad vinculados de manera plena a distintas actividades de tipo social, económico y cultural. Sin pretender ver en ellos actividades quintacolumnistas, no es descabellado pensar en la posibilidad de que quisieran prestar a su país un servicio que tenía que ver con la política exterior y con la consecución de una posición influyente que favoreciera no solo a los intereses de Alemania sino también a los de Colombia. Estas actividades de alemanes en Barranquilla no eran solo efecto del “carácter” y la “pujanza” de estos, como se ha querido ver; no estaban aisladas de los intereses de una nación con grandes expectativas de expansión, así como tampoco obedecían a egoístas designios de un gobierno totalitario. Se ubicaban más bien en un punto intermedio. Muchos miembros de la colonia alemana en Barranquilla, como el ya citado Emil Prufert, mantenían contactos con la legación germana en Bogotá, que a su vez se hallaba estrechamente relacionada con el Instituto Iberoamericano de Berlín, organismo fundado en 1929 y dependiente del Ministerio de Prusia para Ciencia, Arte y Educación popular, cuyo objetivo era promover relaciones culturales entre Alemania y los países de habla hispana, dirigido por el general Faupel y encargado de coordinar la infiltración nazi en América.[18]
El profesor Luis Eduardo Bosemberg, en un trabajo titulado La ofensiva alemana en Colombia, 1933-1939, basándose en una documentación del Archivo Federal de Berlín señala el hecho de que el ya mencionado Instituto Iberoamericano de Berlín recibía información de la legación alemana en Bogotá que a su vez la obtenía de la Scadta y del Banco Alemán Antioqueño. Téngase en cuenta que ambos operaban en Barranquilla.
Con todo lo dicho hasta ahora queda claro el hecho de que si bien existía un fuerte sentimiento de apego de los alemanes por la ciudad, como lo dejan ver varias de las fuentes consultadas, estos no eran ajenos a los movimientos en política externa de su país; quizá unos estaban de acuerdo con el gobierno nazi, quizá otros no. No se puede pretender homogeneizar el pensamiento de unos hombres que habían visto a su patria en ruinas y que para ese momento podían ser de alguna ayuda en el proceso de reconstrucción que estaba viviendo Alemania, como al parecer lo hicieron. Por lo menos algunos de ellos
El caso es que el inicio de la guerra determinó el comienzo de una nueva etapa en la vida de los alemanes residentes o visitantes de Barranquilla. Aunque es importante señalar que ya desde antes de que estallara el conflicto Estados Unidos recelaba de la actividades alemanas en un país que caía dentro de su zona de influencia, y poco a poco había dado inicio al fortalecimiento de su presencia en Colombia, lo cual se ve claramente, por ejemplo, en las presiones ejercidas sobre Peter Paul von Bauer hacia 1931 para que vendiera su paquete accionario, que correspondía al 84,4% de la totalidad de las acciones en la Scadta,[19] a la PAA (Pan American Airways), y en las concesiones petroleras hechas por el gobierno nacional a compañías norteamericanas.
La entrada de Estados Unidos en la guerra, luego del bombardeo a Pearl Harbour, y la declaración de la ruptura de las relaciones de Colombia con los países del Eje sólo unos días después, el 18 de diciembre de 1941, llevó a que los esfuerzos y las medidas encaminadas a acabar con la influencia germana se hicieran más intensas y efectivas.
Una vez declarada la ruptura diplomática se preparó la salida del embajador alemán en Colombia quien abandonó el país el 19 enero de 1942, acompañado de los cónsules, que habían venido ejerciendo su cargo en varias ciudades del país, y de un gran número de particulares alemanes.[20] Lo mismo hicieron los cuerpos diplomáticos y algunos ciudadanos de Japón e Italia.
El periódico barranquillero La Prensa titulaba el jueves 22 de enero de 1942: “DOS COLEGIOS ALEMANES SERÁN CLAUSURADOS PRONTO. La medida está siendo estudiada por el presidente Santos y el ministro de educación.”.[21] Los dos colegios alemanes a que se hace referencia son los de Bogotá y Barranquilla, que efectivamente fueron cerrados el 2 de febrero de 1942, siendo el de esta última ciudad (Barranquilla) reemplazado por el Colegio del Prado. Ya para ese momento la Scadta había pasado a ser AVIANCA, puesto que en 1940 el gobierno colombiano, por presión de los Estados Unidos, había nacionalizado la compañía eliminando en la medida que pudo la presencia de alemanes en ella. También estaba en plena vigencia desde mediados de 1941 la Lista Negra, un documento que provenía de Estados Unidos, aunque también existía una lista británica, y que contenía los nombres de empresas y ciudadanos, tanto de los países del Eje como colombianos, que se hallaban sindicados de favorecer a Alemania y a sus aliados. Un dato importante para este estudio, en relación a la Lista Negra, es que en la revisión de tres de estas listas, una de junio de 1942, otra de noviembre del mismo año y otra más de marzo de 1944, Barranquilla aparece como la segunda ciudad del país con mayor número de “enlistados”, 151, 154 y 217, respectivamente, sólo superada por Bogotá, lo cual deja a las claras el hecho de que la publicación de estas “Listas”, que se hacía en varios periódicos, incluyendo a La Prensa y El Heraldo, de Barranquilla, debió tener una onda repercusión en la vida comercial de la ciudad. Pero además del bloqueo económico, del aislamiento que les generó a los alemanes la prohibición de comerciar con ciudadanos de cualquier otra nacionalidad a riesgo de que estos últimos pudieran caer también en la Lista Negra, la confiscación de sus bienes agudizó la crisis que tuvieron que padecer. Silvia Galviz y Alberto Donadio afirman que “Una vez que Colombia declara la guerra al Eje los bienes de los ciudadanos de los países que conforman dicha alianza caen bajo la administración del Instituto de Fomento Industrial (IFI) y de la Federación Nacional de Cafeteros. Poco después pasan a manos del Fondo de Estabilización del Banco de la Republica que llegó a administrar más de 2500 propiedades de alemanes, 1500 de italianos y unas cuantas de japoneses”.[22] La Lista Negra se elaboraba en los Estados Unidos a partir de los informes de varios agentes norteamericanos que operaban en Colombia, y que eran enviados al Departamento de Estado norteamericano.[23] Posteriormente la información retornaba a Colombia, hasta el Ministerio de Relaciones Exteriores, para que el gobierno colombiano hiciera su parte.
Pero no solo eran las “Listas Negras” de las que disponía el gobierno nacional para cumplir con sus compromisos con Estados Unidos. Periódicamente llegaban informes sobre las actividades de ciudadanos del Eje en nuestro país a los cuales se les sindicaba de simpatías con los gobiernos totalitarios. De una documentación que reposa en el Archivo General de la Nación y que data de comienzos de 1942 cito a continuación algunos nombres y sus respectivas referencias personales, tal y como aparecen en los documentos, de ciudadanos alemanes que estaban en Barranquilla para la época:
Hermann Bruder: Barranquilla. Anteriormente con la Scadta, como mecanico. Enlistado como miembro del NSDAP[24] en Barranquilla.
Alfred Gruwaldt: Barranquilla. Empleado de Emilio Royo en la librería Cervantes. Nazi. Ha asumido la publicación del Karibischer Beobachter.
Albert Wilhelm Hoesch: Barranquilla. Reportado como hombre de las SS y miembro del partido con funciones especiales. Trabajó para la casa Bayer. Solía llevar el emblema de la svástica en la solapa de su vestido antes de la guerra. Entró en Colombia en 1937.
Informaciones de este tipo son hasta ahora difíciles de comprobar o de desmentir debido al hermetismo que aún rodea el tema. Lo cierto es que el hecho de provenir de documentos oficiales no le aporta plena veracidad debido a que la delación y el falso testimonio se convirtieron en esa época en un negocio para muchas personas.
Los anteriores son solo algunos nombres de los más de 30 que aparecen en la documentación original. Muchos de estas personas debieron salir del país junto con sus familias durante la guerra, opción que eligieron cuando se les planteó la posibilidad de internarse en el Hotel Sabaneta, en Fusagasugá.
Un primer grupo de los alemanes que vivían en Barranquilla y que retornaron a su país, compuesto por la mayoría de ellos, salió de Colombia el 3 de junio de 1942, un segundo grupo los hizo un mes después, y el último el 15 de febrero de 1944. Todos estos por vías diplomáticas, siendo llevados primero a Estados Unidos; no se puede descartar que otros hallan salido por sus propios medio. Finalmente fueron intercambiados por colombianos que residían en Alemania, pero durante su estadía en Norteamérica debieron comprometerse a no participar en acciones bélicas ni incorporarse al ejército del Reich.[25]
Ahora bien, mientras unos alemanes eran enviados a Alemania, otros, los políticamente menos influyentes que decidieron quedarse en Colombia y que no consiguieron obtener su casa como centro de reclusión, debieron internarse, a partir del 23 de marzo de 1943, en el ya citado Hotel Sabaneta de Fusagasugá, y en las fincas El Recreo y El Nuevo Cielo, cerca de Cachipay.[26] A varios de estos alemanes los acompañaron sus parientes, que se ubicaron en las inmediaciones del lugar donde estaban recluidos. Por ejemplo, la familia de Hans Lahrius, ciudadano alemán residente en Barranquilla, arrendó una casa cerca del sitio de concentración de Fusagasugá, y hasta esa casa llegaba en las tardes el señor Hans para encontrarse con su esposa e hijos.[27] En este mismo sentido Galviz y Donadio citan a Maria de Kohrs, esposa de uno de los detenidos que dice: “Nosotros vivíamos en Barranquilla. Llegamos a Bogotá cuando, en 1942, el gobierno ordenó abandonar las costas colombianas…”[28] y para referirse a su estancia en Fusagasugá afirma que “los hombres podían ir a dormir en las noches a su casa si su esposa vivía cerca del hotel”.[29]
Por otro lado, en cuanto a la llegada a su país de los alemanes que debieron salir de Colombia la señora Fedora Arbini, esposa del señor Alfred Gruwaldt recuerda: “nos recibieron divinamente bien, primero estuvimos en Estados Unidos, y cuando llegamos a Alemania nos recibieron…hasta los niños todos venían con una bolsita de dulces para ofrecer. Fue una llegada muy emocionante, muy bonita, muy linda.”[30] Y también recuerda que: “A mí me nacieron gemelos allá, y como todo el mundo sabía de la situación, no le faltó a esos niños nada. Todo el mundo venía con los pantaloncitos, con pañales, todo el mundo les traía. No les faltó absolutamente nada, tuvieron de todo”.[31]
De todos los alemanes que se fueron muy pocos regresaron. Algunos, como el señor Gruwaldt y su familia, lo hicieron de forma ilegal debido a las trabas y los tramites que implicaba salir de un país ocupado por cuatro potencias que una vez derrotado el enemigo común, el Reich Alemán, empezaron a recelar unas de otras. Luego de finalizada la guerra también recibieron su plena libertad aquellos que habían sido internados en el interior de Colombia y hacía 1946 ya la Lista Negra había dejado de operar. El hecho fue que el conflicto transformó la vida de la gran mayoría de estos hombres y mujeres. Muchos perdieron totalmente sus propiedades y el fruto de sus trabajos al ser confiscados sus bienes para el propio sostenimientos de su lugar de reclusión y luego para reparaciones de guerra. Otros intentaron colocar lo que poseían a nombre de conocidos suyos para evitar la expropiación, pero finalmente les fueron arrebatados por los nuevos dueños que desconocieron cualquier tipo de pacto.
La historia de los alemanes en Barranquilla, como ha quedado señalado a lo largo de este trabajo, se parte en dos a raíz de la Segunda Guerra Mundial. La fuerte influencia germana que había venido resistiendo los embates de la cada vez mayor presencia norteamericana en el país recibió su golpe definitivo con la coyuntura del conflicto. En adelante la colonia alemana no sería igual de decisiva en la vida de la ciudad: se reabrió el Club Alemán; lo mismo sucedió con el Colegio; y muchos alemanes alcanzaron prosperidad nuevamente pero los viejos tiempos de grandes influencias comerciales, culturales, políticas y económicas, no solo a nivel local sino nacional, ya habían pasado.
[1] A. Meisel Roca y J. Viloria, Los alemanes en el Caribe colombiano: El caso de Adolfo Held 1880-1927. En: boletín cultural y bibliográfico, volumen 35, No. 48, Bogotá, 1998. Pág. 51.
[2] M. Rodríguez Becerra y Jorge Restrepo Restrepo, “Los empresarios extranjeros en Barranquilla, 1820-1900”, en Gustavo Bell Lemus (comp.), El Caribe colombiano, Barranquilla, Ediciones Uninorte, 1988, pág. 158.
[3] Parlamnetary Papers, XLIX, 1899. Citado en A. Meisel Roca y J. Viloria, Los alemanes en el Caribe colombiano: El caso de Adolfo Held 1880-1927. En: boletín cultural y bibliográfico, volumen 35, No. 48, Bogotá, 1998. Pág. 52.
[4] Tomado de una entrevista con el señor Alfredo Grunwaldt, hijo Alfred Grunwaldt, ciudadano alemán que vivió la crisis de 1923 en Alemania y que llegó a Colombia a finales de esa década, retornando a su país durante la Segunda Guerra Mundial. La entrevista se llevó a cabo el 12 de abril de 2007.
[5] A. Meisel Roca y J. Viloria, Op. Cit., pág 63
[6] Severino Lobo González y Dieter Lober-Sies. Historia del Colegio Alemán, 1912/13-1994. Traducción al español: Dörthe de Uribe. Editorial Mejoras, Barranquilla: 1994. Pág. 17.
[7] Notaría primera,Protocolo No. 359, 21 de mayo de 1932, Archivo Histórico del Atlántico.
[8] A. Meisel Roca y J. Viloria, Op. Cit..Pág. 86.
[9] Alfredo de la Espriella, “La colonia alemana en Barranquilla”, en Presencia alemana en Colombia, Mayr & Cabal, Santafé de Bogotá, 1993. Pág. 56
[10] Luis Eduardo Bosemberg, Alemania y Colombia, 1933-1939. Aparece en http://www.iberoamericana.de//articulos-pdf/21-bosemberg.pdf. Pág. 12.
[11] Numerosos registros de la notaria primera entre los años 1930 y 1934: Protocolos 1369 y 325 de 1931, por citar algunos.
[12] Lista Proclama de los Estados Unidos, Marzo de 1944. Archivo General de la Nación, Fondo Ministerio de Relaciones Exteriores: Diplomática y Consular, CP: 192, CJ: 24, No. De Transferencia: 8.
[13] Protocolo No. 400 de la Notaría Primera, marzo de 1930. Archivo Histórico del Atlántico.
[14] Al Ministerio de Relaciones Exteriores llegaron durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial unos documentos de parte del gobierno norteamericano donde se daba los nombres de supuestos nazis en Colombia. Dichos documentos reposan en el Archivo General de la Nación, y a copia de ellos tuve acceso gracias al historiador Eduardo Gómez.
[15] Silvia Galviz y Alberto Donadio, Colombia Nazi, Editorial Planeta, Santafé de Bogotá, 1986. Pág. 195.
[16] A. Meisel Roca y J. Viloria, Los alemanes en el Caribe colombiano: El caso de Adolfo Held 1880-1927. En: boletín cultural y bibliográfico, volumen 35, No. 48, Bogotá, 1998, Pág. 94.
[17] Severino Lobo González y Dieter Lober-Sies. Historia del Colegio Alemán, 1912/13-1994. Traducción al español: Dörthe de Uribe. Editorial Mejoras, Barranquilla: 1994. Pág. 20.
[18] Luis Eduardo Bosemberg, La ofensiva alemana en Colombia, 1939-1945. Artículo inédito facilitado por el profesor Bosemberg al autor de este trabajo. Pág. 12.
[19] Mayr & Cabal, La presencia alemana en Colombia. Pág. 122.
[20] Mayr & Cabal, La presencia alemana en Colombia. Pág. 174.
[21] La Prensa, 22 de enero de 1942, Archivo Histórico del Atlántico.
[22] Silvia Galviz y Alberto Donadio, Op. Cit. Pág.140
[23] Ibid. 108-109 pp.
[24] Léase partido nazi.
[25] Tomado de entrevista con la señora Fedora Arbini de Grunwaldt, quien debió salir para Alemania durante la guerra junto con su esposo Alfred Grunwaldt y sus hijos. La entrevista se llevó a cabo en junio de 2007.
[26] Silvia Galviz y Alberto Donadio, Op. Cit. Pág. 270.
[27] Tomado de una entrevista con la esposa del señor Hans Lahrius, llevada a cabo en agosto de 2007.
[28] Silvia Galviz y Alberto Donadio, Op. Cit. Pág. 278.
[29] Ibíd. 278 p.
[30] Tomado de entrevista con la señora Fedora Arbini de Grunwaldt, quien debió salir para Alemania durante la guerra junto con su esposo Alfred Grunwaldt y sus hijos. La entrevista se llevó a cabo en junio de 2007.
[31] Ibíd.
Hola! Soy estudiante de Diseño Gráfico de la Universidad Autónoma y me toca crear símbolos de los inmigrantes alemanes en Barranquilla, por tal motivo me toca investigar todo sobre ellos. ¿Dónde puedo conseguir ayuuda?
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